Hay una idea que me ronda hace tiempo y que, desde que empecé a interesarme más por la prevención y el bienestar laboral, me cuesta más ignorar.
En muchos entornos laborales, especialmente en asesorías y consultoras, se trabaja desde el marco mínimo legal. Y ojo, no lo digo como crítica destructiva: cumplir la ley es lo mínimo y es importante. Pero no siempre es suficiente.
Cumplir con la ley no significa que un puesto esté bien diseñado.
No significa que una persona tenga unas funciones sostenibles, ni que reciba apoyo, ni que su salud mental esté protegida.
Solo significa que, en caso de inspección o conflicto, todo “cuadra” en el papel. Pero una cosa es lo legal, y otra muy distinta es lo saludable.
He visto cómo se normalizan prácticas que generan desgaste.
Personas que acaban asumiendo funciones que no les corresponden, trabajando con cargas imposibles o en entornos donde se hace la vista gorda porque “no hay parte” o porque “nadie se ha quejado oficialmente”.
En prevención de riesgos laborales pasa lo mismo. Se hace lo justo para pasar la auditoría. Pero no se aborda la raíz.
Y no siempre se consideran los riesgos psicosociales que tienen consecuencias reales: estrés crónico, ansiedad, fatiga emocional, rotación silenciosa, absentismo, burnout.
Y no lo digo desde una superioridad moral. Sé que las asesorías muchas veces están entre dos fuegos: ayudar a la empresa a evitar conflictos… o mirar de frente lo que le pasa a la persona trabajadora.
Y no siempre es fácil elegir.
Tampoco es sencillo en las organizaciones con estructuras más rígidas, donde los procesos son estables pero poco flexibles, y cualquier cambio se vive como un riesgo.
Lo entiendo.
En esos entornos, incluso cuando hay voluntad, introducir una mirada más humana puede sentirse como nadar a contracorriente.
Pero no por ello deja de ser necesaria.
Quizás por eso echo en falta una mirada más integral.
Un enfoque que combine lo técnico con lo humano.
Que se haga preguntas como: ¿Esto es justo? ¿Es saludable? ¿Es sostenible para la persona que lo va a asumir?
Porque el bienestar laboral no es una fruta en la oficina ni una newsletter bonita. Es entender que lo que no se mide, como la sobrecarga emocional o la falta de claridad de funciones, también genera daño.
Que lo legal no siempre protege del desgaste. Que lo “normal” a veces no debería serlo.
No tengo respuestas cerradas, solo una certeza: necesitamos mirar más allá del cumplimiento.
Porque cumplir no basta, si mientras tanto las personas se están quemando por dentro.
Hasta pronto, cuídanse mucho.
Share this post