Cómo gestionar el estrés laboral cuando el tiempo no está de tu lado.
(cuando no tienes un buen día)
El reloj marcaba las 18:30 h de la tarde cuando por fin cerré el laptop. Mis ojos ardían de sueño y con un dolor de espalda debido a la postura prologada durante mucho tiempo y la postura curvada de estar tantas horas sentada en el ordenador.
Pero eso no importaba, deseaba llegar a casa, ya que me queda 1 h para llegar.
Cansada, me despido de mis compañeros y mis compañeras y de repente le pregunto a mi compañera “¿Cuánto te queda?”, y mi compañera frunció el ceño y con cara de no saber que… me responde: “5 minutos más y me voy”
Recogiendo mis cosas y con “adiós hasta mañana” me marcho. Sin querer cierro la puerta del pasillo con un golpazo que para colmo me dije: “ay qué fuerte ha sonado” pero eso daba igual.
Caminando, hacia la parada del autobús, me voy preguntando: ¿Se puede gestionar el estrés cuando no tienes tiempo?
A veces me pregunto: ¿Cómo lo hace la gente?
Después de estar esperando 30 minutos el autobús, por fin, llega y de repente sonrío porque ya queda poco para llegar a casa. Cogí la tarjeta del bolso, pagué el porte del viaje y en la derecha había un hueco libre y me senté.
Empecé a mirar el cielo, los coches, las luces, sentí el murmullo de las personas que estaban a mi alrededor…
Y de repente me acordé de algo importante: Acepta que no puedes con todo
Cuando llegué a casa recordé esto, y en seguida solté el bolso, las llaves y busqué un cuaderno con hojas en blanco que estaba guardado en el cajón del parador, y enseguida anoté lo siguiente:
La lista de momento es corta, mañana seguro que se me ocurrirá algo más y las próximas tareas que realicé añadiré en importante (pendiente de planificación)
También puse tareas que son pequeñas en vez de “Limpiar la casa” me enfoque en las tareas pequeñas para no abrumarme de las cosas que tengo por hacer.
Una vez apuntando lo que tenía en mi mente me sentí menos abrumada, aun así por unos minutos pensé:
Tener mil tareas no te hace más productiva
En la lista de los urgentes, había mencionado una tarea: meditar, lo leo dos veces, “meditar”, “meditar”.
Entonces
Sonreí y me dije “no te has dado cuenta, te lo has puesto como una prioridad”
Respiré hondo. Había convertido el bienestar en una tarea más de mi lista, como si fuera otro pendiente más a tachar.
Solté el cuaderno sobre la mesa y me quedé un momento en silencio. Me di cuenta de que no necesitaba marcar la meditación como una obligación, sino como un espacio para mí.
Así que, en lugar de seguir revisando lo que tenía que hacer mañana, me levanté, me puse ropa cómoda y me senté en la cama. No puse temporizador, no busqué música relajante. Solo cerré los ojos y respiré.
Al principio,
mi mente seguía corriendo, repasando correos, tareas, pendientes… pero poco a poco, el ruido se fue apagando. Por primera vez en todo el día, no estaba corriendo detrás del tiempo.
Cuando volví a abrir los ojos, me sentí diferente. No menos cansada, no con menos responsabilidades, pero sí con la sensación de que, por hoy, ya había hecho suficiente.
Apagué la luz. Mañana sería otro día. Y esta vez, no empezaría con la sensación de ir siempre tarde.